Un día Pierino vio en el mercado un biplano y le nació la idea del vuelo. Encontró una enorme sombrilla. Pensó que no le sería difícil transformarla en un paracaídas con el cual arrojarse para descender, como un mensajero celeste, en la placita enfrente del puerto. Si el experimento resultaba, repetiría el lanzamiento y recibiría las monedas de los espectadores.