«En ese preciso momento, desde Punta del Este me escribió una prima para vernos y recuerdo que le escribí: «Mi hijo murió". Lo escribí para decírmelo a mí misma».
La autora, Marisa Cohen, debió afrontar una situación trágica. Este libro guarda las palabras con las que ella fue nominando las diversas emociones y sentimientos que vivió desde entonces.
Este libro muestra el camino que ella emprende a partir de ese momento disruptivo. Cuando, ante la desazón, ella elige andar este camino, comprende que también debe desandar otros ya recorridos. Así, desde el dolor del presente, Marisa recurre a postales de su infancia, al afecto de su hogar, a las tradiciones compartidas. Revisita amistades, anhelos, viajes, la familia que ella misma formó. Con todo eso se arma, se protege, porque el presente se muestra atroz e impiadoso. «Los días me dolían», confiesa.
Este libro da lugar a aquellas preguntas que no tienen respuesta. Que emanan de la impotencia como una fuente de agua que continuamente repite una misma parábola. Marisa las trae porque entiende que hay otras personas que, como ella, también sienten el dolor de los días. A ellas también les habla cuando pone en palabras. Por eso este libro.
El tiempo es esa arena inasible, pero no así la memoria. Este libro se ampara en la memoria, y lo hace con absoluta potestad porque su escritura no ha sido otra cosa más que un acto de amor.