“Remolinos”, fenómenos que se despliegan con la potencia suficiente como para abrir abismos en los significados, o como para imponer sentidos allí donde no los hay. En ellos se pueden conjugar los objetos más dispares, tanto simbólicos como materiales, así del presente como del pasado, o —tal vez—, lo que nunca ocurrió ni ocurrirá.
Al filo entre remolinos nos convoca a seguir los pasos de Morena, a vislumbrar su peculiar forma de experimentar el mundo. Nos invita a transitar con ella la fragilidad de los márgenes, esos senderos borrosos, plagados de incertezas y de verdades que se le presentan como absolutas.
No es que la vida le depare dificultades insuperables; simplemente, son circunstancias que le resultan difíciles de reconciliar.
Se podría decir que toda la novela está teñida de cierto extrañamiento del personaje respecto de la realidad, lo cual, en definitiva, no sabremos si entorpece o enriquece su experiencia vital.