El hermano Jacob (1860) se inicia con una cita de La Fontaine que advierte contra los falsarios y usurpadores: a través de la peripecia de David Faux (que, de aprendiz de pastelero, aspira a ser un gran personaje en las Indias Occidentales, adonde emigra tras robarle los ahorros a su madre) y de su hermano, el idiota Jacob (que, de pura gratitud, se erige en su imprevista Némesis), se erige una fábula recta e hilarante a la que se aplican con brillantez los amplios recursos de la técnica realista.