Los cuidados domésticos la ocupan, pero no lo bastante; no pueden satisfacer las necesidades de su ser moral e intelectual, y cuanto más activa sea y más inteligente, estará peor.
Si es devota, corre riesgo de hacerse beata; si no lo es, está en peligro de disiparse, arruinando a su marido con lujo y diversiones; suponiendo que no le deshonre con excesos, cuando no le sucede ninguna de estas dos cosas, se fastidia en el hogar doméstico, siendo realmente desgraciada. El tedio es una enfermedad del entendimiento que no acomete sino a los ociosos. Las ocupaciones de la mujer no le ocupan más que las manos; llega un tiempo en que a fuerza de abusar de ella en trabajos minuciosos, casi microscópicos, la vista le falta, y hasta la ocupación manual queda reducida a muy poca cosa.