. No era su pasado lo que se nos escapaba: era ahora, ahora, cuando se hundía en el misterio, un misterio del que tanto nos habría gustado arrancarla. Todo cuanto pudieran habernos contado de la ballena, todo cuanto hubieran podido enseñarnos la ciencia o la historia carecía de valor para nosotros. Pues lo único que queríamos descubrir era el secreto sepultado, el verbo de la creación que ella representaba. Allí se escondía lo que confería a aquellos despojos una importancia, un sentido –una amenaza– que nos interpelaban directamente