La tesis sobre la que se edifica La Razón perversa es muy simple, pero, a la vez, en los tiempos que corren, muy difícil de comprender. Esta es una de las razones que nos llevan a considerar que este es un libro hasta cierto punto necesario; pretende ayudar, en la medida de lo posible, a desarrollar una conciencia social que permita comprender lo siguiente: que el comportamiento de la masa social es irracional en la gran mayoría de los casos.
Esto, que podría parecer una verdad de perogrullo (no se puede exigir a todo el mundo que se comporte todo el tiempo racionalmente) se vuelve preocupante cuando se advierte que la irracionalidad es admitida como algo normal –e incluso algunas veces como deseable— porque en su gran mayoría viene generada por las instituciones o, más bien, por lo que en la obra se caracteriza como la racionalidad perversa de las instituciones.
La racionalidad perversa se define como aquellas decisiones racionales que tienen como objetivo engendrar irracionalidad social. Es racionalidad, puesto que es fruto de una planificación racional, y es perversa porque está pervertida –su fin es lo contrario de lo racional, le da la vuelta a la racionalidad: la pervierte— y actúa, por ello, oculta, escondida. A lo largo de la obra se analizan los diversos ámbitos sociales de actuación de esa racionalidad perversa, desde la educación hasta los medios de comunicación, pasando por la política y la economía.