Llamad a su padre. Despertadle. Encarnizaos con el moro, envenenad su dicha, pregonad su nombre por las calles, inflamad de ira a los parientes de ella, y aunque habite en un clima fértil, infectadlo de moscas. Por más que su alegría sea alegría, abrumadle, sin embargo, con tan diversas vejaciones, que pierda parte de su color.
Hipérbole