Instrucciones para un funeral

Un puñetazo vive y muere en un instante, pero perdura a modo de recuerdo táctil, flotando entre dos seres: la forma en que lo sintió el que golpeaba al lanzarlo, y la forma en que lo sintió la persona que lo recibió.

Y al mismo tiempo sabes que, en realidad, no importa un comino, porque la pertinaz naturaleza del tiempo en relación con la vida no es otra que consumirla, el tiempo consume la vida hasta convertirla en huesos, hasta reducirla a polvo, como quien dice, polvo eres y en polvo te convertirás y todo eso, pero durante un instante eterno, tu trabajo podría, o no, habitar en el fuego de las neuronas, de cerebro en cerebro, en el suave silencio del tiempo, sí, del tiempo, y luego desvanecerse, o más bien precipitarse, a la nada.

convertir la violencia en una herramienta útil, la estás trivializando y, sin lugar a dudas, ésta acabará por remplazar la situación, la situación humana; y aunque la situación humana sea irremediablemente desoladora en el relato, en la vida siempre está rodeada de paisajes, o de personas que, aparentemente sin quererlo, procuran una belleza simbólica, algo que va más allá del horror de la propia violencia

Eres consciente –al menos yo lo soy– de que la eternidad lo va a devorar todo a su debido tiempo, y que cualquier huella que dejes acabará por desaparecer

Entonces estiraba las frases

la afirmación (falsa) de que llevaba sangre indígena, sólo una generación lo separaba de ellos, y de que era familia de uno de los líderes del Movimiento Indígena Estadounidense, un desertor en toda regla que de vez en cuando salía en alguna película, papeles de poca monta, el típico indio callado, supongo que os hacéis una idea, con el ceño fruncido y ojos de halcón, escudriñando el horizonte con esa leve expresión de perplejidad que se adquiere cuando te han traicionado tantas veces que ya ni sientes ni padeces.

Confió en su suerte hasta que la suerte le dio una patada en el culo.

profundo sentimiento de predestinación

Ya os lo he dicho antes y os lo repetiré las veces que hagan falta porque es una verdad como un templo y la verdad hay que decirla, y si no se dice, seguirá siendo la verdad, pero será una verdad no dicha, y ése es un tipo peligroso de verdad, no sé si lo pilláis.

De nuevo, aquellas mañanas junto a la ventana, yo percibía el poder de la ciudad: esa aglomeración de cultura y comercio, rodeada de agua por todos lados, aprisionada, creando una fuerza poderosa, lo suficientemente poderosa para llegar a nuestra casa, a nuestros terrenos, a nuestro pueblo, que, en mi imaginación, se encontraba en los confines del campo de fuerza y atrapaba los últimos coletazos de energía antes de que ésta fuese absorbida por el parque, al norte; por los acantilados de roca maciza y los árboles situados en este lado del río; y, en la orilla opuesta, por los campos abiertos y los caminos de tierra, las cercas de madera, los establos para caballos y las enormes fincas situadas al norte de Westchester.