Cándido no triunfa por ser galo, tampoco exquisitamente francés, todavía menos de Westfalia, ni bretón bretonista, ni turco para lo que le queda de vida. Descubrimos un ciudadano de ninguna parte, es decir, de todas, hijo de Europa con tres siglos de antelación. Vagabundo de las antípodas, no desentona en Londres, París, Berlín, Helsinki o Nápoles. Cándido o el júbilo desengañado del