El artista “accionista” transfiere a su propio cuerpo todo el poder plástico, metafórico, simbólico y semiótico inherente al objeto artístico. El cuerpo se convierte en el territorio donde tiene lugar la creación y la destrucción, en la topografía del análisis de los límites y en la zona de resistencia de una subjetividad que, a través de la vulnerabilidad de la carne, se enfrenta violentamente al poder político, social y tecnológico. Günter Brus, Otto Mühl, Herman Nistsch, Rudolf Schwarzkogler… Como un latigazo intermitente explotando en la faz del cuerpo social. Las acciones de estos artistas se suceden durante los años sesenta, evidenciando la desgarradura de un sujeto que encuentra sus marcas, sus signos y su potencia de libertad en el cuerpo. Herido, alterado, agredido y empujado más allá del dolor, el cuerpo del artista abre en su piel, en su carne, en sus órganos y en su sangre las preguntas sobre su identidad.