Es hipocresía incluso que le hayan puesto un nombre. Diga lo que diga la abuela, haberla nombrado fue un acto de crueldad. Cuando nombras a una criatura, sea humana o gallina, puerca o yegua, le confieres una identidad, una dignidad, un espacio en el mundo: junto al nombre se regala un tiempo y un derecho a elegir sobre el propio cuerpo. Nadie mataría a una yegua llamada Ifigenia.