una historia lejana, de otros mundos. Dios no era verde ni estaba vivo, ni respiraba vapor entre las piernas de las chicas. A dios no se le tocaba ni se podía cagar en él si no te daba tiempo de correr a la letrina. En dios nadie se atrevería a mear, y Santa y Ananda lo habían hecho de niñas, agachadas en silencio a ver si lograban inundar el nido de las hormigas en orine, a lo mejor el diluvio no era más que lluvia de oro sobre el nido de una hormiga solitaria