El cielo de la selva

igual a las gallinas tristes de los corrales que viven cacareando al sol, que sin el sol no son gallinas sino carne muerta con plumas

Santa no volvió a dormir porque sabía que la noche era corta y que el sueño era solo un simulacro

Porque la vejez es el tiempo en el que nos cobran las deudas.

La niña observa entonces el rostro de Santa que ríe, porque el dolor de los otros amansa el suyo

A ojos de los adultos, Ifigenia es menos que una yegua con nombre.

Ella lo sabe, y saber algo es liberador, dice la abuela, es mejor saber que desconocer, aunque en el fondo duela igual.

Al final, decidió quedarse callada. Los hombres no entendían las palabras. Estaban más allá de las palabras de una mujer.

Pero en la hacienda la juventud se medía por la capacidad de traer crías al mundo.

Ifigenia se ríe porque la risa es parte de su venganza y está en todo el derecho de burlarse de los dolores ajenos, ella que es un dolor con forma de niña.

Te sentiste más feliz que nunca porque ellas no te habían dejado sola. Porque aquella era la fidelidad verdadera: una para todas y todas en el cielo de la selva.

Ifigenia se ríe porque la risa es parte de su venganza y está en todo el derecho de burlarse de los dolores ajenos, ella que es un dolor con forma de niña.