A la madre y a la selva aún las teme, aunque ha apren-dido a convivir con el recuerdo nebuloso de la primera y con la presencia, constante y opresiva, de la otra. Dos comadres oscuras que dan patadas dentro de la mente de Lázaro y que se acomodan una al lado de la otra, porque sobra espacio allá adentro, sobra espacio en el miedo de Lázaro para que ambas puedan convivir en la misma casa. Ahora también Santa ocupa su lugar dentro de aquel rincón de los temores.