Estar rodeados de gente despierta nuestras ansiedades e inseguridades sobre cómo nos perciben los demás. Una vez que sentimos esas emociones, se hace muy difícil la tarea de ser simples espectadores, ya que acabamos dejándonos llevar por nuestros propios sentimientos y evaluamos de forma subjetiva lo que la gente dice y hace: ¿les caigo bien o les caigo mal?