Es frecuente que el querer ser madre (o, peor aún, el sentir que se debe ser madre para ser una mujer plenamente realizada, es decir, capaz de realizar plenamente la esencia «mujer») implique renunciar a una vida profesional fuera del hogar, incluso renunciar a toda vida social y construir por completo la identidad alrededor de la maternidad. Esto tiene consecuencias perjudiciales tanto para las madres como para los hijos.