Federico Fabregat lleva su mirada a diversas áreas del pensamiento. En esta obra el autor reflexiona sobre la esclavitud de dios, la pureza de la muerte, cómo el ritual seudo espiritualizador del sueño «pone al alcance de cualquier idiota el poder de la imaginación». El existencialismo, el decadentismo e incluso el pesimismo son las constantes con las que el autor responde a las preguntas que lo inquietan. El hombre cotidiano, según Fabregat, se pregunta qué es dios y obtiene como respuesta: «dios es una de esas ideas formidables que nos habla de la desproporcionada habilidad de ensoñar colectivamente».