Libre

La gente de moral estricta suele ser la primera en caer

Adam no podía decirle que si le contaba la verdad, si confesaba todas las esperanzas y las expectativas que había puesto en Enzo, toda esa vida que era de él y de nadie más, si soltaba siquiera una lágrima, significaría que todo había terminado de verdad.

En cambio, había dado a entender que el porcentaje de reciprocidad era de sesenta a cuarenta, cuando en realidad era de cien a cero

Tal vez el amor lo volvía a uno imbécil.

O la soledad.

¿Por qué demonios aceptaba todo cuanto Enzo le ofrecía? Sin chistar ni exigir nada a cambio. Sin un indicio de autoestima siquiera.

Porque quería a Enzo.

En realidad, siendo honestos, ¿tanto le sorprendía? Si Adam repasaba todas las cosas que Enzo le había dicho, ¿acaso alguna vez había pronunciado realmente las palabras «te quiero» o, como mínimo, «yo también te quiero?»

La violencia que ejercemos contra nosotros mismos

Es el principio del fin. Comienza el fin, pero…

Todo lo que tienes ahí dentro… —dijo—. Como si el mundo se te cayera encima y tú siempre intentaras sostenerlo.

Quizá resulta que el corazón nunca acaba de romperse, una vez roto, pensó. Quizá sigue latiendo hasta que te lo rompen otra vez, y aun así continúa con su latir.