Pero su humanidad comprende un amor a la vida y al goce que ésta supone en el nivel más básico; no presta mayor atención al qué dirán, si es que acaso repara en ello. Homer no se preocupa por la etiqueta o por lo que otros opinen de él. Está ocupado en disfrutar la vida —o su versión de la misma— al máximo. Este gusto por vivir no obedece a un cálculo de su parte, y tal vez ni siquiera sea consciente de él. Pero se manifiesta en sus acciones, su actitud, su falta de malicia, su comportamiento aniñado (e incluso infantil) y, de hecho, en la mayor parte de los ejemplos mencionados en este ensayo