Todos tenemos un poder al cual recurrir cuando tenemos un sueño o un anhelo que cumplir. La fe, que es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Pero, para usarlo, tenemos que hacerlo parte consciente de nuestra vida y liberarnos de lo que limita nuestro ser espiritual: el temor, la culpa, la preocupación, o la auto crítica y todo aquello que nos hace sentir indignos de recibir lo que por derecho de vida nos corresponde y, en cambio, provoca desazón en nuestro interior. La vida abundante es un proceso que se da en la certeza de que, mientras seamos dueños de la fe que se mueve en la acción, también lo seremos de las riquezas que para nosotros están destinadas.
Y El Poder de la Certeza nos marca el sendero de este proceso y nos enseña a esgrimir con destreza las armas que desde nuestro nacimiento nos fueron dadas, para apropiarnos de este camino, que es nuestra vida prometida.