La sabiduría astrológica tiene orígenes más antiguos que la propia civilización occidental, y nuestros signos del zodíaco son en su mayoría los que los sacerdotes astronómicos de Babilonia señalaron en la bóveda del firmamento. Reconstruir su historia milenaria y descubrir cómo las divisiones del cielo, la denominación de los planetas y la composición de las constelaciones se fueron cargando de significado —de Persia a Egipto y, desde allí, al mundo grecorromano— es la única manera de entender su profundo significado.
Para explorar tan apasionante camino, tal vez no haya guía más experto y autorizado que Franz Cumont, quien, a través de calendarios, relojes de sol, horóscopos y una fascinante red de fuentes originales, logra conducir al lector, con una delicadeza historiográfica y una pasión poco comunes, por la historia de las transformaciones de los doce signos en un extraordinario intento de vincular lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible, el Yo y el Todo.