En Miserere, Madrid es ciudad para el insomnio, la corrupción y la gloria, es lugar para arrastrar o purgar la culpa. Lo hace el juez Misericordia cuando, en una madrugada de Carnaval, ha de levantar el cuerpo de una fallecida; lo hace el delegado del Gobierno, Juan Albay de la Rocha, cuando reza o corre por El Retiro, y finalmente también la joven Lucía en su peregrinaje de hombre en hombre y de casa en casa.
Esa muerte sin solución cruza sus tres vidas por las calles del Madrid sórdido de la violencia y la droga, y el lujoso de los despachos y la política. En cualquier caso, las preguntas llevan a secretos, los secretos a mentiras, las mentiras a nuevas preguntas. Cada uno huye de su pasado y sus errores, cada uno busca el cielo que le corresponde.