En el año 2000, el anciano jefe emérito de policía D’Aiazzo, junto al comisario Sordi, su antiguo subordinado, investiga como consultor de la comisaría turinesa una serie de homicidios que parecen una obra nihilista de un sádico asesino en serie o sacrificios diabólicos de las sectas sulfúreas del Turín macabro y brujo, pero que también podrían tener causas relacionadas con el terrorismo que había azotado Italia hacía unos veinte años y que todavía pervivía al final del milenio. El monstruo acaba de forma horrible con sus víctimas apuñalándolas en una oreja con el arma del delito y lesionando el cerebro de forma letal. La investigación se desarrolla entre sospechas inquietantes, crisis de identidad, observaciones psicológicas y llega a su apogeo resolutivo en la sorprendente solución final, que tiene como apéndice la muerte del propio jefe de policía, como consecuencia del descubrimiento del culpable.
En el año 2000, el anciano jefe emérito de policía Vittorio D’Aiazzo, junto al comisario Sordi, su antiguo subordinado, investiga como consultor de la comisaría turinesa una serie de homicidios que parecen una obra nihilista de un sádico asesino en serie o sacrificios diabólicos de las sectas sulfúreas del Turín macabro y brujo, pero que también podrían tener causas relacionadas con el terrorismo que había azotado Italia hacía unos veinte años y que todavía pervivía al final del milenio. El monstruo acaba de forma horrible con sus víctimas apuñalándolas en una oreja con el arma del delito y lesionando el cerebro de forma letal. La investigación toca tanto temas privados, moviéndose entre una humanidad diversa y no siempre ejemplar, como temas políticos, económicos y sociales ya típicos de los años 70 el pasado siglo, en los llamados años de plomo, en los que la violencia política y la privada acababan por confundirse en la extinción o casi del concepto de persona y la prevalencia de los papeles sociales. La investigación de Vittorio D’Aiazzo se desarrolla entre los frutos malignos de esas semillas perversas, entre sospechas inquietantes, crisis de identidad, observaciones psicológicas y llega a su apogeo resolutivo en la sorprendente solución final, que tiene como apéndice la muerte del propio jefe de policía, como consecuencia del descubrimiento del culpable.