Otoño, como símbolo de un periodo de la vida humana, es la época de madurez, de reflexión del hombre.
Aunque de manera sutil y apenas sugerida, la comparación entre las estaciones del año y las etapas de la vida de Camerina Rabasa está presente en el discurso de esta pequeña obra galindiana. De hecho, la historia de la protagonista se nos cuenta a partir de un presente ya muy cercano a su invierno. Sus setenta años, sobre todo para esos tiempos, indican que ya está viviendo la última etapa de su vida. Justo en este periodo es cuando se siente una muerta en vida.
Así se lo confiesa en una de sus cartas a su querido Juan Antonio: «Estamos aquí esperando que venga la muerte y nos entierren, ninguna otra cosa puede sucedernos…" La referencia al invierno se clarifica cuando el narrador, relatando los sentimientos de Camerina a su amado, menciona la neblina (tan típica de la Xalapa antigua, durante el invierno). Resalta entonces la frialdad que con la estufa –regalo de Julia y signo de la modernidad— ha entrado a la casa: «la cocina había perdido aquella tibieza que en invierno, por los leños, la convertía en el centro de reuniones».