Sofoco

Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos.

En la guerrilla te decían: Esto es una guerra de baja intensidad, como si las balas fueran de menor tamaño y no mataran

—Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos.

Una diría que la guerra es como las películas de acción. Pero no. Es quieta. Más que quieta es monótona. A la gente la matan y la matan y la matan, pero la guerra sigue.

Y es que el muerto de guerra es otra cosa, ¿sabe? Es cosa seria, cosa peluda, cosa callada

Ahí fue que me animé y armé el cementerio. Me pusieron apodos: la sepulturera, la animera, la santamuerte y así. Como me llamo Aíta, el chiste les salía fácil. Decían: «Ahí ’ta la animera».

Yo les compraba siempre lo mejor. El mejor ataúd, el mejor terciopelo. Somos pobres, morimos mal, pero estamos bien enterrados.

Una diría que la guerra es como las películas de acción. Pero no. Es quieta. Más que quieta es monótona. A la gente la matan y la matan y la matan, pero la guerra sigue. Entonces una siente que no se trata ni siquiera de los humanos. Ni de ganar. Ni de enemigos. La guerra no se trata de nada. Es un agujero que escupe muertos.

El cuerpo que le hace falta se hace más presente. El cuerpo que falta es gigante.

Yo pensaba: estos que aparecen aquí son los desaparecidos. Y era raro estar en la presencia de una gran ausencia.