Sofoco

Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos.

En la guerrilla te decían: Esto es una guerra de baja intensidad, como si las balas fueran de menor tamaño y no mataran

—Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos.

Una diría que la guerra es como las películas de acción. Pero no. Es quieta. Más que quieta es monótona. A la gente la matan y la matan y la matan, pero la guerra sigue.

Y es que el muerto de guerra es otra cosa, ¿sabe? Es cosa seria, cosa peluda, cosa callada

Ay, Marita, el amor es una paradoja temporal.

Maldita Mara, yo también quiero volver a ser un misterio para alguien. Ay, el cinismo del deseo.

El odio y su ineficacia. Si el amor no hubiera existido, teníamos que inventarlo.

—No es calentura —dijo Ricardito, solemne. —Es amor.

La bruja se rio. Y luego entre dientes dijo:

—Todos quieren amor, pero nadie quiere lavar los platos.

Le enfurecía la contradicción de la miseria. La leyenda de San Basilio de Palenque como el primer pueblo de esclavos libres de América y ver a su madre salir, de madrugada, con una ponchera en la cabeza para vender dulces a los blancos turistas en Cartagena. Libres un carajo.