—. ¿Por qué dices que era una desesperante tarea? Eres toda una dama.
—Que fracasó tres temporadas seguidas —señaló ella.
Harry emitió un sonido burlón.
—Pero eso no tiene nada que ver con ser o no una dama.
—Entonces, ¿con qué tiene que ver?
—El mayor obstáculo que has tenido es tu inteligencia. No te has molestado en ocultarla. Para empezar, una de las cosas que Cat no te enseñó es cómo halagar la vanidad de los hombres, porque ella no tiene puñetera idea de cómo hacerlo. Y ninguno de esos idiotas con los que te has relacionado podría soportar la idea de tener una esposa que fuera más lista que él. En segundo lugar, eres hermosa, lo que significa que cualquier pretendiente estaría preocupándose constantemente de que fueras el objeto de las atenciones de otros hombres. Y además, no olvidemos que tu familia es… tu familia. Es decir que, básicamente, no eres una chica que pudieran manejar a su antojo, y todos saben que es muy fácil encontrar jóvenes tontas y dóciles con las que casarse. Todos salvo Bayning, que se sentía tan atraído por ti que le daba igual todo lo demás. Bien sabe Dios que no puedo reprochárselo.
Poppy le lanzó una mirada irónica.
—Si mi belleza y mi inteligencia resultan tan intimidantes, ¿por qué tú sí quisiste casarte conmigo?
—Porque yo no me siento intimidado por tu inteligencia, por tu belleza o por tu familia. Y la mayoría de los hombres me temen tanto que se lo pensarán dos veces antes de mirar a mi esposa.
—¿Tienes muchos enemigos? —le preguntó ella en voz baja.
—Sí, gracias a Dios. No son tan inconvenientes como los amigos.