Claudio Muns ya no es escritor. Lo era, pero hace tres años que la musa le abadonó. Sin embargo, hoy ha acudido a un instituto a dar una charla y ha conocido a Abril, y al demonio de la tarde, y ha entendido el juego: se trata de escribir aunque no pueda. Pero el azar hará que ese día, el más crudo de todo el invierno, su coche quede sepultado en la nieve con él dentro, y entonces será su hijo Julio el encargado de continuar el cuento más fantástico que se le ha ocurrido nunca.