Entonces, el instinto natural nos impulsa a limitar las extracciones, a preservar los recursos, a guardar el secreto de la zona de pesca, a fin de poder regresar a ella y aprovecharla indefinidamente. Al contrario que la tienda, que nos empuja a comprar más, la naturaleza nos incita a ponernos límites. La conciencia del lugar que nos corresponde en el ecosistema, del papel que desempeñamos en él, nos conduce a preservarlo.