Podemos rastrear la preocupación casi universal por el sexo y el dinero hasta esa intención oculta del ego que consiste en mantenernos arraigados en el cuerpo y en el mundo para que no lleguemos al verdadero origen del dolor y del conflicto: la decisión de la mente de mantenerse separada de Dios, pero sin responsabilizarse de ello. En el marco de los principios del ego, y de su doctrina de intereses separados, tanto el sexo como el dinero son formas de comportarnos que expresan el contenido de nuestra mente.
Por tanto, este libro se centra en identificar el contenido que da lugar a la culpa, el conflicto y las obsesiones asociados con el sexo y el dinero. El perdón nos permite reorientar la atención de la complejidad del comportamiento a la simplicidad del propósito. De este modo, el sexo y el dinero, surgidos para expresar la culpabilidad del ego —uno o el otro—, pasan a reflejar el principio sanador del Espíritu Santo: lo hacemos juntos o no lo hacemos.
Nada es tan cegador como la percepción de la forma. Pues ver la forma significa que el entendimiento ha quedado velado.
(T-22.III.6.7–8)