El paso del tiempo ha llevado a que mi familia aceptara la distancia que durante años declaraba no comprender. Integraron mi silencio a su vida como se acepta un antiguo reloj heredado: se lo dispone en la sala en medio de los muebles, los ojos jamás volverán a posarse sobre él. Desde chica desprecio la voluntad estoica de mi padre para quebrar toda ley social y acumular dinero al modo de un fetiche, usaría un cuchillo viejo y sin filo para sacarle los ojos cada vez que le descubro sus gestos de aristocracia aspiracional, comprar carruajes o despotricar en contra de la pauperización de la fuerza de trabajo, furioso ante la peonada rebelde que compra en cuotas y pretende fines de semana puente