El arte de ser libre

No te empeñes en que las cosas sucedan como deseas, desea mejor que las cosas sucedan como suceden, y tu vida fluirá apaciblemente.

El quid de la cuestión es, por lo tanto, identificar qué es necesario y suficiente para la felicidad. Para los estoicos, una persona puede florecer en la adversidad y puede fracasar en su deseo de vivir bien en circunstancias favorables.

donde vaya estará bien para mí, porque el hecho de que me encuentre bien aquí no es por el lugar, sino por mis principios, que son lo que me voy a llevar conmigo. Nadie puede despojarme de ellos, porque son exclusivamente míos y nadie me los puede arrebatar; me basta con tenerlos a mi lado allá donde vaya, haga lo que haga.

cuando ves a alguien rebajarse ante otro y adularle de forma poco sincera, puedes decir con seguridad que esa persona no es libre; y no solo si lo hace a cambio de una triste cena, sino incluso cuando lo haga para obtener un puesto de gobernador o por un consulado. Llama a aquellos que actúan así a cambio de minucias «esclavos

Nadie que viva con miedo, tristeza o inquietud es libre, pero quien ha alejado de sí el miedo, la tristeza y la inquietud, mediante el mismo proceso, ha alejado también de sí la esclavitud.

Las señales que distinguen a quien progresa son que: no critica a nadie, no elogia a nadie, no hace reproches a nadie, no acusa a nadie, no habla de sí mismo como si fuera importante o poseyera algún conocimiento.

La condición y el carácter del hombre corriente son que: jamás espera de sí mismo beneficio o daño, sino de las causas externas. La condición y el carácter del filósofo son que: espera de sí mismo todo beneficio y todo daño.

Niégate en redondo a prestar un juramento, si es posible, y si no, hasta donde te permitan las circunstancias.

Establece ya para ti mismo un carácter y un estilo de vida, y cíñete a ellos, tanto frente a ti mismo como en relación con los demás. Mantente principalmente en silencio y habla lo estrictamente justo y necesario.

donde reside el interés, allí está la devoción. De este modo, aquel que se preocupa de encauzar sus deseos y sus aversiones como debe, se está ocupando al mismo tiempo de su capacidad de ser piadoso.