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Delphine de Vigan

Las Horas Subterráneas

Una mujer. Un hombre. Una ciudad. Dos personas con problemas cuyos destinos acaso se crucen.
Mathilde y Thibault. Dos siluetas que se desplazan por París entre millones de personas. Ella perdió a su marido, se ha quedado a cargo de los tres hijos y encuentra un motivo para levantarse cada día, su salvación, en su trabajo en el departamento de marketing de una empresa alimentaria. Él es médico y recorre la ciudad entre un tráfico infernal visitando a pacientes, que en ocasiones tan solo buscan que alguien los escuche. Ella empieza a sufrir acoso en el trabajo por parte de su jefe. Él se enfrenta a la decisión de romper con su pareja. Ambos están en crisis y sus vidas van a dar un vuelco. ¿Están estos dos desconocidos destinados a cruzarse y conocerse? Una novela sobre soledades, decisiones difíciles, esperanzas y personas anónimas que habitan en una ciudad inmensa: el sexto libro de Delphine de Vigan, que la autora lanzó en 2009, justo antes del éxito de Nada se opone a la noche, y Anagrama publica ahora por primera vez directamente en la colección «Compactos».
173 printed pages
Original publication
2022
Publication year
2022
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Quotes

  • Sócrates Ramírezhas quotedlast year
    En otro tiempo, quizá habría luchado.
    Pero ya no. Está demasiado cansado.
    Llega un momento en que el precio se ha vuelto demasiado alto. Se ve superado. Un momento en el que hay que salir del juego, aceptar que se ha perdido. Llega un momento en que no se puede caer más bajo.
  • Laura Nocedahas quoted2 minutes ago
    mantenerse cerca, no dejarse arrastrar por la masa, colocarse a los lados, permanecer cerca de la puerta. De pronto, la horda se precipita, la adelanta, no lo va a conseguir. El vagón ya está repleto, no queda ni un centímetro cuadrado libre. Y aun así sabe que puede entrar. Hay que forzar. Hay que estirar el brazo, atrapar la barra central, ignorar los gritos y las protestas, agarrarse y tirar. Tirar con todas sus fuerzas para propulsar su cuerpo hacia el interior. Tienen que hacerle sitio. Ante su determinación, la masa cede.

    La señal sonora anuncia el cierre de puertas. Su brazo derecho aún está fuera, no le falta nada. La puerta se cierra a golpes, ignorando gemidos y lamentaciones.

    Mathilde gana cuatro centímetros con su pie izquierdo, empuja por última vez, ya está dentro.

    En el andén, una voz femenina anuncia que el tráfico en la línea 9 vuelve a la normalidad.

    Todo es cuestión de perspectiva.

    En las estaciones siguientes, Mathilde se hunde en el vagón, gana algunos centímetros más, se agarra para no tener que bajar.
  • Laura Nocedahas quoted3 minutes ago
    Por fin, Mathilde percibe un murmullo a la izquierda, cada vez más nítido; los rostros se vuelven, tensos, impacientes: ¡ahí está! Hay que inspirar profundamente, estrechar el bolso contra la cadera, comprobar que está bien cerrado. El metro reduce su velocidad, se detiene, ahí está. Derrama, regurgita, libera la masa, alguien grita «¡Dejen salir!», hay empujones, pisotones, es la guerra, sálvese quien pueda. De pronto, se ha convertido en una cuestión de vida o muerte subir a ese, no tener que esperar al improbable siguiente, no arriesgarse a llegar más tarde aún al trabajo. «¡Dejen salir, joder!» El gentío abre paso de mala gana, no hay que perder de vista la entrada, hay que

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