Jesús también lo sabe. Él no necesita tus instrucciones, solo tu permiso. Como el agua, Jesús no entrará si no optas por ingerir y tragar. Eso es, debemos entregarnos voluntariamente a su señorío. Puedes meterte hasta el cuello en el río Colorado y sin embargo morir de sed. Hasta que te decidas a beber, el agua no te dará beneficio alguno. A menos que bebas de Cristo, seguirás siempre sediento.