August empezaba a comprender que siempre habría grietas en la superficie, sombras en la luz, cien matices de gris entre el negro y el blanco.
Las personas eran caóticas. No solo se definían por lo que habían hecho, sino también por lo que habrían hecho, en otras circunstancias, moldeadas tanto por sus actos como por sus remordimientos, por las decisiones que defendían y por aquellas que lamentaban haber tomado. Por supuesto, no se podía volver atrás, pues el tiempo solo transcurre hacia adelante; pero las personas podían cambiar.