Como las inequidades se profundizaron, la respuesta política fue el despliegue de lo que suele describirse como un Estado punitivo esencialmente consagrado a las áreas segregadas y carenciadas, aun cuando no tienen las tasas de criminalidad más altas, y a los grupos étnicos y raciales minoritarios, que componen la empobrecida clase obrera: la policía se ha vuelto más dura y más gente es arrestada por delitos menores; la legislación fue revisada para imponer sentencias más pesadas, obligando a los magistrados a una mayor severidad, lo que resulta en encarcelamientos masivos.