Sé qué tiene su hija entre las piernas, señor. Y también cómo sabe. —Lamió la yema de su pulgar, sin romper jamás el contacto visual con mi padre—. Puede intentar huir de esto hablando hasta quedarse sin saliva. El mundo entero creerá mi versión. Los dos lo sabemos. Su hija es mía. Ahora lo único que puede hacer es negociar un buen trato.