Denver, Colorado
Diciembre de 1885
—No tenías que hacer esto —murmuró Walker, de pie conmigo en la plataforma de la estación mientras llegaba el tren del oeste. Era ruidoso, siseaba y chasqueaba mientras se detenía. Finalmente. Dos horas después de lo programado. En ese tiempo, debí haberme dado media vuelta y marchado. Pero una mujer me esperaba, una mujer que era mi novia, y no podía ser cruel con ella. No era su culpa que yo estuviera próximo a casarme con una extraña. La culpa caía únicamente sobre mí.
—Sí tenía que hacerlo —respondí, con mi respiración saliendo en una nube blanca grande.