ingún resultado.28
Estas líneas ofrecen en parte la respuesta a la primera de las preguntas planteadas al principio y que me he propuesto contestar a lo largo de estas páginas. Gilles Ménage escribió la Historia mulierum philosopharum principalmente en honor a sus amigas. Queda, no obstante, alguna incógnita acerca de por qué lo hizo en latín. Según Chiara Zamboni,29 el hecho de que escribiera el libro en la lengua de los eruditos puede tener que ver con la intención de dirigirse a otros intelectuales, con el objeto de atraer su atención hacia las pensadoras del pasado para refutar, ya de modo concluyente, la extendida y persistente opinión de que nunca había habido filósofas (o, en su caso, muy pocas). Creo que este objetivo, y con ello atiendo a la segunda pregunta («cuál fue su propósito al redactarla»), se desdobla. Por un lado, los estudiosos tenían que saber que ya en la Antigüedad hubo pensadoras. Ménage, recordemos, encontró «sesenta y cinco». Bastaba mirar hacia el pasado. Únicamente no se las encontraba en los lugares en los que todavía no se había buscado.30 Por otro lado, tenían que saberlo las propias mujeres que en aquellos precisos momentos estaban construyendo pensamiento. Su actuación demostraba que no eran las primeras; tampoco constituían esa «excepción» a menudo tan incómoda que nos presentan determinados textos encomiásticos. ¿Podrían leer ellas directamente en la