repente, revivió la imagen de los dos paseando por el jardín de flores silvestres, cogidos de la mano. Y cuando finalmente las lágrimas afloraron, lloró por Dawson y por los días que ya nunca podrían compartir, hasta que quizá, como en el caso de Tuck y Clara, sus cenizas confluyeran en un prado soleado, lejos del camino trillado de las vidas ordinarias.