El perfecto balance entre tenebroso y humor negro. Entre una sensibilidad introspectiva de todos los amores -maternos filiales sensuales y todo- y una violencia que se siente súbita pero mas bien por fin fue desenterrada.
Me encanta que muchos cuentos estén interconectados (multiverso de Sánchez-Andrade, chi cheñol).
Los españolismos me resultaron encantadores en vez de confusos.
Esta mujer sabe cómo dosificar la información para volver al misterio insostenible y jalar al lector, sabe dar los golpes de gracia para rematar el núcleo emocional de sus cuentos.
Las amígdalas de Pepín me parecieron el elemento mejor construido.
Niños muertos, sensorialidad que remarca olores nefastos y sabores de guisos de infancia, España en dos períodos diferentes, barcos que parten, identidades que llegan, naufragios, lactancia, recuerdos, pérdidas, remordimientos y mucha mucha nostalgia.
Fue una verdadera sorpresa y se sintió como encontrar oro en un pajar.