Ramos vuelve a abrirnos paso a su mundo hecho de fuertes claroscuros. Son historias que transcurren bajo los puentes, en bares, en cuartos de hospital, pero también en las soleadas veredas del barrio o a la orilla del mar; y si sus personajes se enfrentan a veces a fantasmas aterradores también encuentran aquí y allá el rescoldo tibio de sus presencias tutelares. En: El camino de la luna conviven violencia y ternura, amor y soledad, furia y compasión. Allí se libra, a brazo partido, la lucha del desamparo y el dolor por volverse belleza y reconciliación.