Nos asomamos a la ventana con la última pipa humeando blanca en la oscuridad, con el cuerpo cargado de deliciosos dolores, la mente entronada en el séptimo círculo de la satisfacción; pero de repente el ánimo varía, la veleta gira y nos planteamos una última pregunta: si, durante ese intervalo, habremos sido el filósofo más iluminado o el más notorio de los asnos. La experiencia humana aún no puede ofrecernos respuesta; sin embargo, al menos tuvimos un momento hermoso y miramos por encima del hombro a todos los reinos del planeta. Y fuera esto sabio o negligente, las piernas nos llevarán mañana, en cuerpo y mente, a alguna otra parroquia del infinito