Hasta que el musgo está formado por registros y tonos de índoles diversas, como arbustos, esporas o musgo que avanza riguroso por las superficies. En él, la capacidad sensible de las palabras existe a través de un impulso de fuerza y tensión constantes; brinda un abanico de formas que va del instante poético a los glitches del lenguaje. La experiencia sensible crece en un artefacto que descompone las palabras frente a nosotros: a veces luz, sombra, fantasma o espacios de aire. Siempre organismos vivos. En la obra permea la relación de lo intangible con los objetos y los lugares afectados por los elementos naturales, con el lenguaje y la aparición de imágenes (sus tecnologías, cuestionamientos y metamorfosis). Los versos son un juego de claroscuros y rasgaduras de palabras que no se tocan y que descosen la realidad. En ellos, vemos al lenguaje multiplicarse, conforme surcamos sus signos, y transformarse, como el musgo que recubre las horas, ante nuestra atónita mirada. (Katia Rivera)