Es cierto que Ulises no es un héroe belicoso de una pieza, como el guerrero Aquiles; pero el bravo Aquiles no habría triunfado ante los monstruos ni las magas a los que se enfrenta Ulises, el asendereado y fecundo en recursos, que, además, no era hijo de una diosa ni tenía dones extrahumanos. Ulises, el “de muchas tretas”, el polytropos, es un nuevo tipo de héroe, más moderno, más hábil en sus trucos, enfrentado a peligros muy distintos de los que había en Troya. Y, por otro lado, como reconoce Blanchot y subraya muy bien Todorov, fue él, Ulises, quien salvó del olvido a las sirenas al incluirlas en su relato. Es él quien ejercita, en el poema homérico, los poderes del más brillante narrador, quien hechiza con propias fabulosas aventuras a los Feacios. Es Ulises el gran narrador, como apunta Todorov, quien inserta un nuevo aire de ficción en la épica novelesca que toma el relevo de la antigua –la de las gestas de los asedios de Troya o de Tebas o de los viajes de Heracles o Teseo–porque su palabra equivale a la de aedo, aunque no ha solicitado el auxilio de las musas, porque esa narración, tan fantástica, se presenta como relato autobiográfico.