«Conócete a ti mismo», ésta era la fórmula inscrita en el frontispicio del templo de Delfos. Pero ¿qué significa «sí mismo»?, ¿qué debe conocerse de ese «sí mismo» ? ¿Su carácter, sus defectos, sus cualidades? No, esto no es aún conocerse. Conocerse es poseer la ciencia de los diferentes cuerpos de los que está constituido el hombre (los cuerpos físico, etérico, astral, mental, causal, búdico, átmico) y de las condiciones necesarias para su plenitud. Si los Iniciados de la antigüedad han insistido tanto en la necesidad de conocerse, es porque el conocimiento de sí mismo abre las mayores posibilidades de avanzar, de progresar, de éxito. Mientras no se conocen las necesidades de los cuerpos sutiles, siempre lo damos todo al cuerpo físico que está saciado, mientras que el alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y mueren.