Las olas

comienzo a sentir el deseo de que me elijan; de que se me convoque, de que me llame una persona que venga a buscarme

No hay nada estático, nada estable, en este universo. Todo se agita, todo baila

el pulso me taladra de tal forma las sienes, tras los ojos, que todo baila

Debo de tener la sangre al rojo vivo, exaltada, palmoteándome las costillas.

Estoy sin aliento de correr, de triunfar.

se vería fino como un velo, y flotaría alrededor de mi cuerpo, y se hincharía

Pero la señorita Lambert lleva un vestido opaco, que cae en cascada desde su cuello de volantes, blanco como la nieve, cuando se sienta bajo un cuadro de la reina Alejandra

como una estatua en un parque

Me tumbaré, también, en los campos, entre la hierba cosquilleante. Me tumbaré con mis amigos bajo los imponentes olmos.

todas estas riñas