De hecho, la mayoría no hacemos otra cosa que huir a lo largo de toda nuestra vida. Huimos de nuestros temores, de nuestras limitaciones y, sobre todo, de nuestros auténticos deseos. El resultado de esa huida hacia regiones más tranquilizadoras es siempre negativo, produce dolor, angustia emocional y una intensa sensación de desasosiego e insatisfacción.