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Martin Amis

La información

  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Richard Tull lloraba en sueños. La mujer que estaba a su lado, su esposa Gina, se despertó y se volvió. Se acercó a su espalda y le puso las manos en los pálidos y tensos hombros. En sus parpadeos, ceños y murmullos había cierto profesionalismo: como el socorrista de la piscina, adiestrado en primeros auxilios; como la persona que cabecea sobre el asfalto ensangrentado, un Cristo del boca a boca a horcajadas sobre la víctima. Era mujer. De lágrimas sabía mucho más que él. No conocía las obras juveniles de Swift, ni las seniles de Wordsworth, ni las diversas suertes que Crésida corrió a manos de Bocaccio, Chaucer, Robert Henryson, Shakespeare; no sabía quién era Proust. Pero sabía de lágrimas. Gina conocía perfectamente el llanto.

    –¿Qué te pasa? –preguntó.

    Richard se llevó a la frente el brazo doblado. El suspiro que dio fue complicado, orquestal. Y en su gemido se oyeron caer lejanas gaviotas por sus pulmones.

    –Nada. No es nada. Solo un mal sueño.

    O algo parecido.

    Al cabo de un rato ella también suspiró y se dio la vuelta, apartándose de él.

    De noche tenía la cama el olor a toalla del matrimonio.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    De noche en las ciudades, lo noto, hay hombres que lloran en sueños y luego dicen Nada. No es nada. Solo una pesadilla. O algo parecido... Desciendan en la nave del sollozo, con analizador de lágrimas y sondas de llanto, y darán con ellos. Las mujeres –ya sean esposas, amantes, musas demacradas, niñeras gordas, obsesiones, devoradoras, ex, némesis– se despiertan y, con femenina urgencia de saber, se vuelven hacia esos hombres y preguntan: «¿Qué te pasa?» Y los hombres contestan: «Nada. No es nada, de verdad. Solo una pesadilla.»

    Solo una pesadilla. Sí, claro. Solo un mal sueño. O algo parecido.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Richard estaba echado, con Marco, en la tumbona pelada pero aún con aspecto elegante; la mejilla del niño descansaba en el resonante pecho del padre, que leía en voz alta pasajes de El libro de la selva; y leía extraordinariamente bien...
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    –Gal Aplanalp se pasa dos horas diarias al teléfono, defendiendo mis intereses –explicó Gwyn–.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Al subir los escalones, la idea presuntamente descartada de pagar para que dieran una paliza a Gwyn volvió a él con toda la frescura del descubrimiento.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    La Pequeña Revista vivía ahora en el Soho, adónde había llegado recientemente y donde no permanecería mucho tiempo. La Pequeña Revista había conocido mejores tiempos. Su oficina era pequeña, y el alquiler estaba sin pagar.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Summertown. Se busca. Primera ed. de novela de Gwyn Barry.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Estaba siendo informado; la información llegaba de noche, para inhumarlo.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    Porque Gwyn hacía algo que últimamente repetía cada vez más, algo que a Richard le dejaba con el cuello henchido de odio. Gwyn examinaba un objeto –el caballo negro, en este caso– como si no lo hubiera visto en la vida. Con asombro infantil en los ojos desorbitados. Richard no soportaba estar allí sentado: frente a una persona que pretendía ser inocente.
  • Haroldo Piñahas quoted4 days ago
    A veces tenía la impresión de haberse pasado la vida evitando que le dieran una paliza (teds, mods, rockers, punks, cabezas rapadas, negros), pero su tierra ya no era predio de bandas: la violencia llegaría, si acaso, del individuo aislado, y sería ciega, carente de motivo.
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